"Crónicas de un pueblo palentino"

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Fray Melquiades de Villapún, un Capuchino con fama de santo

El convento Capuchino de Montehano se encuentra en el municipio cántabro de Escalante, cerca de las marismas de Santoña. El edificio, declarado Monumento Nacional, se ubica en un lugar privilegiado rodeado de chopos, pinos y encinas y la calma y el silencio envuelven al viajero que se acerca a sus muros en una sensación de paz sólo posible en un lugar como este. Al visitante que accede a su interior lo primero que le llama la atención es un viejo cuadro colgado en el recibidor y que representa a un barbudo fraile de aspecto venerable y bonachón. Al preguntar de quien se trata los amables Capuchinos indicarán que es Fray Melquiades de Villapún, de quien aún en el convento se guardan entrañables recuerdos a pesar de los más de tres cuartos de siglo pasados desde su muerte. Pero ¿quién fue este Fray Melquiades y por qué lleva el sobrenombre de nuestro pueblo?
Su nombre de pila fue Gavino Maeso Bastidas y nació en Villapún en el año 1.861. Era tío de la señora Benigna, abuela de Loli, Mª José y Juan Carlos. A los 28 años ingresó en el monasterio de los padres Capuchinos en Montehano, donde cambió su nombre, como es costumbre entre muchos religiosos, por el de Fray Melquiades de Villapún, nombre por el que se le conoce y que llevó hasta su muerte.
Durante toda su vida destacó por su bondad y entrega a los demás y fue labrándose una cierta fama de santo. Era uno de los llamados "frailes limosneros", es decir que salían del convento para ir a pedir y predicar por el mundo. Son numerosas las anécdotas e historias que se cuentan de él, como cuando venía descalzo pidiendo por la Vega de Saldaña y a la altura de San Martín del Obispo se encontró con un hortelano que trabajaba en la huerta y al pedirle limosna, el labrador, que no debía ser muy devoto, levantando la azada le contestó: “una de éstas os daba yo a vosotros”; la inesperada respuesta de Fray Melquiades fue que “una azada le vendría muy bien para poder labrar en el convento y que le estaría muy agradecido”. Ante estas palabras el hortelano se apiadó de él y no tuvo más remedio que concederle la limosna solicitada.
La historia más difundida tiene que ver con la ausencia de gorriones en el convento de Montehano y fue glosada con el título de “balada del hermano limosnero” por el padre Fermín de Mieza en su libro “Encendida belleza”, publicado en 1.984 y posteriormente reproducida en la revista religiosa “El Santo”. Podéis leer esta curiosa historia, entre la leyenda y la realidad, en otra entrada de “crónicas de un pueblo”. También puede verse una fotografía de Fray Melquiades en la sección “Villapuneses” de la página web www.villapún.es.
Fray Melquiades murió el 11 de septiembre de 1.925 a los 64 años de edad y 36 de religioso Capuchino. Fue enterrado en el jardín del monasterio, como era costumbre en la época, pero en los años ochenta del siglo pasado se decidió exhumar los cadáveres de los frailes para trasladarlos a nichos individuales. Cuando se abrió la tumba de Fray Melquiades, según testigos presenciales, apareció su cuerpo incorrupto y exhalando un olor agradable, lo cual fue interpretado como un posible signo de santidad, como así fue recogido por la prensa santanderina de la época. Incluso hubo algún familiar que donó un dinero a los frailes por si algún día se abre una causa para elevar a los altares al entrañable fraile de Villapún. De momento sus restos siguen descansando en el nicho del convento de Montehano.
Queremos agradecer desde aquí a Agustina Tejerina las fotografías e información facilitadas para la elaboración de esta entrada.

1 comentario:

  1. ¡Vaya historia! No la había oido nunca. Nada menos que un posible santo de Villapún. Gracias por dárnosla a conocer.

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